sábado, 8 de noviembre de 2014

Pastel de Queso perpetrado por Mariló...

Producciones Mariló presentan:

El Pastel de Queso

*Receta afanada de libro super chuli  de Lunwerg Editores comprado en la FNAC por dos duros y que mola mogollón.

“Un dulce en Nueva York”


Traducción, adaptación y fotos de Bárbara Martín.

Ejecución, supervisión y comentarios Mariló.

Yo, Mariló, en pleno uso de mis facultades, y reunida en petit comité conmigo misma porque para qué más nadie... decido que, y tras mucho meditar, no se me ocurre nada mejor que para mantener a la última mi Blog poner a mi siempre querida e idolatrada Bárbara Martín a cocinar una “guarrada” de las suyas (y yo retransmitirla que a mi lo de la retransmisión siempre se me ha dado bien...)

Aclarar que utilizo el término “guarrada” desde el cariño, y no desde la desconfianza y/o ingratitud, y lo encamino más hacia lo sorprendente (véase lo que empieza tirando a galletas termina en potaje) que hacia lo despectivo.

Sólo un apunte antes de dar comienzo a la ejecución del asunto, ambas hemos firmado (y os invitamos a que también lo hagáis) un manifiesto y nos hemos comprometido, a no utilizar jamás el fondant ¿por qué? Sencillo, porque barajamos la hipótesis de que la moda del fondant, no es sino una campaña choni de los dentistas del mundo que, una vez extinto el filón de los chicles sin azúcar para proveerse de clientes (si 9 de cada 10 dentistas lo recomiendan no va a ser por generosidad precisamente...) la están montando parda con el fondant, esa pasta de azúcar de mil colores y que lo único que puede acabar provocando son ardores de estómago espantosos y caries de mil demonios...

Y sin más, nos metemos en faena...

Recordar a todos, que “la cosa” está inspirada (…) en la receta del pastel de queso del libro "Un dulce en Nueva York" de Marc Grossman y editado por Lunwerg, y que si lo hemos elegido, no ha sido por “pijería”, sino por amor al queso...


No obstante, los cálculos de los ingredientes, y por no ser muchas a comer, los hemos hecho para una tarta de unas 4 porciones generosas o 6 pelín esmirriadas, véase, para un molde de tarta desmoldable de 18cm, y son.

Para la base:

150 g de galletas, que estas cogimos y las usamos de una marca que empieza por G y termina por N y que son hojaldradas

70 g de mantequilla, de la de toda la vida, mejor de marca (no tenemos nada en contra de los productos de marca blanca, pero la mantequilla, mejor de marca)

15 g de azúcar

Para la crema de queso:

450 g aproximadamente de queso fresco para untar, véase, de este que empieza por P y termina por A, o similar

130 g de azúcar

1 “que no llegue a pizca” de sal

35 g de harina de fuerza (de la que aspira a pan y suele quedarse en hogaza, véase, no de repostería vulgaris)

La piel rallada de un limón

300 cl de nata líquida (nosotras hemos usado nata líquida para montar, es más espesa, grasosa, rica y contundente...)

4 huevos

1 yema de huevo (esta “chuminada” no la terminamos de entender, pero qué le vamos a hacer. ¿Por qué no 5 huevos? Ah...)

1 cucharadita de esencia/extracto lo que sea de vainilla

Para el glaseado (“semos” pijas y glaseamos los “inventos”):

20 cl de nata líquida tan grasosa como la de antes…

1 cucharadita y media de azúcar

El modus operandi:

Bien, y aquí empieza lo bueno.

Con lo primero con lo que nos metemos, es con la preparación de la base de galleta, y para eso, desmenuzamos un paquete de galletas enterito (150 g) en un bol y le echamos el azúcar.




Como no tenemos máquina desmenuzadora de protones,


Máquina desmenuzadora de protones del año de Mari Castaña, véase, super vintage...

cuanto más desmenuzaditas queden de primeras, menos esfuerzo tendremos que hacer con el mortero después, que esa es la 2ª fase.

Nos agarramos el chisme de morterear del mortero, y venga y dale, hasta dejar las galletas en modo antimateria



Cuando hayamos desintegrado la galleta, añadimos la mantequilla medio derretida para que el esfuerzo de seguir dale que te pego no termine de contracturarnos “toítos”

Y ya en ese momento, y ya con toda “la chisma” de la base mezclada, ponemos el horno a precalentar a 175ºC

Mientras precalentamos el horno, echamos la mezcla anterior en el molde previamente untado con mantequilla, y vamos prensándola bien prensadita con el culo de un vaso (que así no tocamos nada con las manitas porque ya se sabe, las manitas luego van al pan...)


Ya con la base del “bicho” preparada, nos metemos en harina con la crema de queso, y nos arrancamos tal que...

Primero rallamos el limón sobre el azúcar, que esto, es un truco que leímos hace poquito en un libro de cocina francés ("À la mère de famille"), y que sirve para que la ralladura no pierda el sabor.

Acto seguido, comenzamos a mezclar el queso, la que “no llega a pizca” de sal, los 35 g de harina de fuerza aspirante a hogaza, la nata poquito a poco, los huevos uno a uno (incorporamos uno, lo integramos, acto seguido el siguiente yema huérfana included y así...) y la cucharadita de vainilla.

Una vez todo “mezcladico” y ya con aspecto lisito, sin grumos, brillantoso y “mu” requetebonico, lo probamos no vaya a ser que hayamos confundido el azúcar con la sal, o el queso fresco con el Idiazabal y luego vengan las lágrimas al salir del horno.



Ya probada la crema de queso, y si el sabor no nos recuerda o nos envía directamente al infierno, la vertemos sobre la base de galleta, y con cuidadín y sin quemarnos, la introducimos en el horno (altura media)

Pasados unos 20 minutos, y sin sacar el invento del horno, bajamos la temperatura un poquito (eso va a depender de cómo os "tire" el horno, nosotras lo dejamos 1 hora a 150ºC y siempre vigilando que no se chamuscase)

15 minutos aproximadamente antes de terminar con el horneado, preparamos el glaseado (que esto está tirado porque es mezclar la nata con el azúcar y ya) y recubrimos el pastel con ayuda de una espátula (sí, muy tirado, pero fue lo que peor nos quedó...)

Volvemos a meter el bicho en el horno, y esperamos.

En el libro, y en otros blogs de repostería etc., recomiendan que la crema quede sin cuajar del todo en el centro, nosotras lo hicimos así (esto se nota a simple vista por el chop-chop del horno) y mereció la pena.

Terminado el proceso, dejamos enfriar el pastel y acto seguido lo guardamos en la nevera. En el libro recomiendan un mínimo de 4 horas, pero nosotras no aguantamos tanto, y a las 3 horas y 10 minutos, ya la estábamos sacando de la nevera para "catarla" 

El resultado, pues vamos a ver, si lo que espera el personal es una tarta de esas tipo botox y retoques a lo Nati Abascal como las que pueblan infinidad de publicaciones, pues va a ser que no, porque sinceramente, el resultado es de lo más real, pero no por ello menos sabroso, porque lustre la “individua” no tendría, pero de sabor... como las de toda la vida.



¡¡Y lo requetequebonica que queda la individua en su platito y sobre la "noñada" de servilleta que le ha plantificado aquí "la compi"!!

Preciosa, e insisto, insistimos, riquísima, lo único, pues sí, que el glaseado podía haber quedado más pichi, pero bueno, nuestra evolución hacía la perfección del glaseado sólo es cuestión de tiempo.

Y sin más, os dejamos en compañía del post y de las fotos, porque desde ya os confirmamos que la tarta, pasó hace tiempo a mejor vida...

Mariló (historia de un glaseado que pudo llegar a ser y no fue...)

Bajo la dirección, y supervisión Bárbara Martín.


Simone Ortega y los huevos revueltos...

Simone Ortega y los huevos revueltos...

Historia de una revelación.

Para todos aquellos que no lo sepan, Simone Ortega, no sólo es la autora de libros de cocina más conocida en este país, su libro 1080 Recetas de Cocina es uno de los más vendidos de España , sino que es la persona que se ha propuesto (en la distancia eso sí) abrirme los ojos ante mi falta total y completa de conocimientos gastronómicos (y eso muy a pesar de mi titulación de la "Cordon Bleu")

Simone Ortega lleva, junto con el Manual de Cocina de la Sección Femenina


Manual de Cocina de la Sección Femenina, no hay otro igual...

 iluminando la historia culinaria de mi casa desde que tengo uso de razón.

Cuentan en la Introducción de 1080 Recetas de Cocina, que cuando en una ocasión, ya hacia el final de su vida, le preguntaron a Simone Ortega cómo le gustaría ser recordada, contestó: “Como alguien que ha contribuido a mejorar la cocina de todos los días”

De todos los días...

Contribuir a mejorar la cocina de todos los días, de todos y cada uno de los días, y de las tardes, y de las noches... y claro yo, que así de primeras soy una chica bastante crédula y obediente, pensé para mis internas entrañas, que iba a ser esta señora y nadie más, la que me guiase por el camino de baldosas amarillas que conduce hacía el convertir el comer nuestro de cada día en arte, en experiencia, en misticismo...

Simone Ortega, mi Yoda particular.

Así las cosas, y tras experimentar con un par de recetas bastante chulas:

Arroz Hindú con Pasas y Piñones (Receta nº 249) y
Macarrones a la Americana (Receta nº 303)

Decidí curiosa, ver la sencillez con la que mi particular “maestra jedi”, acometía la realización de uno de los platos más sencillos a la par que sabrosos que degustamos todos día sí, día también...

¡HUEVOS REVUELTOS!


Huevos revueltos con su miajita de perejil, que es en sí lo que les da el toque chic

Emocionada como una chiquilla con libro de recetas nuevo, acudí al índice alfabético de recetas, y allí estaban.

HUEVOS REVUELTOS: Manera de hacerlos.

Bien, antes de proseguir con el modus operandi de Simone Ortega, aclarar que pocas semanas antes de que la madre de mi amiga Paula nos enseñase a ambas a cocinar Spaguettis Carbonara (primer plato que aprendimos a hacer el 50% de personas de mi generación), mi abuela Leonor, me había enseñado a revolver los huevos para o

a) que se quedasen en revueltos y ya

b) que aspirasen a tortilla francesa

Centrémonos de momento en la opción a)

El mecanismo era bien sencillo, y es el que he seguido desde entonces:

1 Se pone un “chorrito” de aceite de oliva a calentar en una sartén*

*de estas de toda la vida, no nos hagamos líos, de las que se compraban en Galerías Preciados y tenían mayor esperanza de vida que las cucarachas.

2 Con el aceite "pelín" caliente, y antes de que comience a humear, se cascan los huevos, y o bien se echan en un plato para batirlos, o bien, y si se anda “atosigado” por la vida, se echan directamente en la sartén y se “remenean” con una cuchara de madera para que se mezclen y se cuajen.

3 La sal, el queso rallado, el tomate frito, o la biblia en verso, antes, después, o durante el proceso, que para gustos, los colores.

Y siguiendo estos sencillos pasos, era como hasta el día de hoy, yo hacía los huevos revueltos.

¡¡Que desastre!! ¡¡Que incultura!! ¡¡Que faltita de todo!! ¡¡Así no se hacen los huevos revueltos!!

Y el enterarme de esto gracias a la guía y clarividencia de Simone Ortega, y si bien en un primer momento consiguió que me replantease todos y cada uno de los pilares de mi existencia, no sólo me ha hecho más lista, sino que ha confirmado mis ansias por aprender y avanzar en este culinario mundo de emoción e intriga, porque si andaba tan perdida con unos sencillos huevos, que crímenes no habré estado cometiendo contra por ejemplo, qué se yo, el arroz blanco...

Al lío.

Huevos Revueltos: Manera de hacerlos (copiado literalmente de 1080 Recetas de Cocina)

Se cuentan por lo menos 2 huevos por persona, pues los huevos revueltos cunden poco.

Se ponen en un cazo los huevos que se vayan a hacer, según los comensales. Se baten ½ minuto con un tenedor. En seguida se añade la sal, 2 cucharadas soperas de leche fría (por cada 4 huevos), unos 20 g de mantequilla (también para 4 huevos). Se pone el cazo al baño maría (con agua ya muy caliente) encima del fuego y se empieza a mover muy rápidamente con unas varillas, rebañando muy bien los costados del cazo pues es donde se cuajan más deprisa los huevos. Cuando están hechos una crema muy espesa, se separan, pues siguen cuajándose aún fuera del fuego.
Se agrega un chorrito de nata líquida, se mueve bien y se sirve inmediatamente.

Estos, y no los míos, sí que son unos huevos revueltos, y está claro (y cuantas más veces releo la receta más claro me queda) que en cuanto disponga de un par de días de vacaciones extra, y dada la complejidad de la receta, los huevos revueltos, serán lo primero con lo que experimente,

Primero jubilaré la sartén, luego me compraré un cazo que no salga corriendo cuando me vea llegar con las varillas, me haré con un cronómetro huevo de estos de toda la vida


Glamouroso cronómetro huevo de los de toda la vida

para cronometrar el medio minuto de “batida” a toda velocidad (paso de utilizar la aplicación del teléfono que la última vez que lo metí en la cocina acabé pidiendo la portabilidad a Yoigo para que me regalasen uno gratis que sustituyese al que había perdido en el interior del bol de masa para galletas especiadas), e intentaré por supuesto, no olvidarme ni de la mantequilla, ni de la leche, no por supuestísimo, de la nata líquida...

Señor, que haya estado comiendo durante casi 35 años esa “mierda” de huevos “toítos” apachurrados y que yo inocentemente llamaba revueltos.

En fin, un sinvivir, pero un sin vivir fascinante este de las recetas y los fogones...

Para terminar, insistir en que en cuanto tenga un par de días libres, me pondré a ello y lo documentaré.

Sin más, me despido feliz y camino del horno.


Bárbara Martín.

martes, 4 de noviembre de 2014

Post de la tortilla en construcción

Post de la tortilla en construcción.

Rogamos disculpen las molestias.

En breve procederé a compartir con todos ustedes el modus operandi de la deliciosa tortilla de patatas de mi abuela Leonor,


Bárbara Martín